viernes, 27 de enero de 2012

NUEVO FALLO CARDIACO

NUEVO FALLO CARDIACO


Después de un año de tratamiento farmacológico para controlar la crisis de arítmias cardíacas, de la que he hablado en otro blog, mi cardiólogo estaba estudiando la forma de evitar los efectos colaterales del tratamiento. Pero como, había ocurrido un año antes, la nueva crisis se anticipó a nuestros planes. Ya me habían hecho el electrocardiograma de rigor y el día 29 de diciembre del 2012 por la mañana fui al hospital a devolver el holter. De vuelta a casa mientras esperaba la llegada del autobús tuve la impresión de que algo me estaba ocurriendo que me aconsejaba volver a casa lo antes posible. Después del almuerzo recibí a un estudiante llegado de Filipinas y que deseaba hablar conmigo acerca de la bioética. Le despedí y traté de descansar pero poco después se repitieron los síntomas arrítmicos del pasado año por lo que pedí que me condujeran lo antes posible a urgencias. Mi comentario a los hermanos Aderito Sánchez y Andrés García, que me condujeron al hospital, fue este: “A ver si llegamos”. Yo era plenamente consciente de que mi corazón podía fallarme en cualquier momento antes de llegar al servicio de urgencias del hospital. ¿Qué le ocurre a usted? Y mi respuesta fue esta: “Tengo la impresión de que mi corazón se está apagando. Además, me invade un sudor característico de un cuerpo en estado de coma”. No diga usted esas cosas, replicó cariñosa la funcionaria sanitaria de urgencias. Me senté en la silla de ruedas y en menos de lo que canta un gallo consiguieron evitar el parón cardíaco y dejarme en la Unidad de Servicios Intensivos (UCI) bajo riguroso control médico. Mi historia era allí bien conocida. Como ya he hablado en otra ocasión de mi anterior experiencia, me limito ahora a describir brevemente las novedades clínicas ocurridas en esta segunda vuelta de lucha entre la vida y la muerte.


El efecto de choque inmediato para controlar la tormenta arrítmica tuvo efecto más rápido que la otra vez, pero mi situación clínica no era mejor. En cualquier caso el Dr. Eduardo Castellanos planteó inmediatamente la cuestión de hacerme el estudio fisiológico fallido el año anterior mediante un catéter ablativo. Una vez realizado este estudio con éxito se procedería a la implantación del Dai como medida de seguridad añadida. Mi situación era muy crítica y el equipo médico trató de resolver los problemas burocráticos y administrativos de la forma más rápida y eficaz posible. ¿Llegaríamos a tiempo? Yo tenía serias dudas de de ello pero afortunadamente me equivoqué. La intervención quirúrgica mediante catéter ablativo duró cuatro horas largas sin anestesia total de suerte que yo pude seguir todo el proceso de la operación. El realizar el catéter ablativo sin anestesia total facilitó la identificación de las células responsables de las arrítmias sorprendiéndolas en acción para ser destruidas, cosa que no ocurriría si quedaban adormecidas por la anestesia. Lo que ocurre en estos casos es que la mayoría de los pacientes soportan mal la entrada en el quirófano o tienen miedo y se ponen muy nerviosos por lo que tienen que ser anestesiados totalmente. De hecho el paseo del catéter por los entresijos del corazón es indoloro y produce molestias sorprendentemente de poca importancia. Pero cada paciente tiene su propia personalidad y su actitud ante situaciones iguales varía enormemente. En mi caso ese problema del miedo y del nerviosismo no existió y, en opinión del equipo médico, fue un factor muy importante que facilitó su exitoso trabajo. Este éxito quirúrgico significó un antes y un después.


Antes de la operación yo tenía la convicción de que los minutos de mi vida en este mundo eran ya muy escasos. Cuando el Dr. Almendralejo (llamado por el Dr. Eduardo Castellanos para que pilotara con él la operación por tratarse de un especialista de gran talla y estaba dispuesto a poner toda la carne en el asador conmigo) me informó de lo que iban a hacer me habló del riesgo potencial que corría mi vida. Yo maticé con humor que tal vez quiso decir “riesgo actual” y no sólo potencial. Ellos se miraron sin disimular su admiración por la conciencia que yo tenía de mi situación crítica y asintieron conmigo en que, realmente, el riesgo era actual. A pesar de las absurdas e inevitables esperas burocráticas por culpa de la administración sanitaria, llegamos a tiempo al quirófano para realizar el catéter ablativo. Ahora yo comencé a verme de otra manera. Antes tenía la impresión de que estaba a punto de tomar el último sorbo del chocolate de la vida y dejar la taza. Después del catéter ablativo me parecía que alguien había añadido más chocolate en la taza y que todavía quedaban más sorbos disponibles del chocolate de la vida. Esta sensación aumentó con la implantación posterior del Desfibrilador Automático Implantable (Dai). Cuando escribo estas páginas me encuentro en franca recuperación y sensación de bienestar. Pero, como dice el refrán castellano, a la tercera va la vencida. ¿Cuándo va a tener lugar el tercero y último envite? Todos hemos sido engendrados a la vida con fecha de caducidad. Esa fecha la podemos adelantar llevando una vida malsana o irracional, y la podemos prolongar llevando una vida sana y razonable. Pero en cualquier caso el dictamen de caducidad surte siempre efecto y lo importante es que, como también dice el refrán, Dios nos coja confesados; o lo que es igual, preparados para devolver a Dios la vida que Él generosamente nos ha regalado.


Por último me resulta grato dejar aquí constancia de mis sentimientos de gratitud a todo el equipo médico y sanitario que me ayudó a seguir tomando algunos sorbos más del chocolate de la vida. Y lo hago con esta canción espontánea dedicada a una de las enfermeras que me trataron en nombre de todas ellas.

LAS ENFERMERAS